miércoles, 5 de octubre de 2011

Amigos.

Desde muy pequeñita siempre me han gustado los animales. Tanto que todos los días iba al parquecito con mi madre para darle de comer a los patos que descansaban alli. Me impresionaba ver a tantas clases de patos: marrones, blancos, negros, con manchitas beiges, verdes... Todos nadaban y alguno que otro se peleaban, pero volvían a nadar juntos. No había desprecio por parte de ningún pato. El blanco se iba con el marrón, el negro con el de manchitas beiges, el verde con otro de marrón..A día de hoy, siempre que tengo tiempo libre, me dirijo al parque con la mochila a la espalda y me siento en la orilla del lago con un libro.
En invierno disfrutaba del paisaje y en alguna ocasión aprovechaba para tomar unas fotos mientras tomo mi café de la tarde que siempre llevo en un termo chiquitito que me compró mi padre. En primavera notaba la brisa templada que azotaba delicadamente las hojas de los árboles. En verano aguantaba el calor como humanamente podía, con mi sombrero de paja favorito o las gafas de sol que tan caras me costaron. Ahora que entró el otoño, el tiempo varía, pero yo casi siempre intento buscar un ratito para acercarme y saludar a mis amigos.
A cada uno le puse un nombre, pero ya no les recuerdo. Es más, no creo que sigan estando los de siempre, los animales son siempre tan viajeros y cambiantes... Pero me sorprendió cuando llegué al lago, después de cuatro años, el patito negro se acercó. Fue una sensación especial, de alegría, como si ya nada en ese momento me importara, sólo que uno de mis amigos se acordaba de mí y al instante yo le reconocí a él.
Los amigos de verdad siempre regresan.

martes, 4 de octubre de 2011

Ella y su cámara.

Su cámara es la única que le comprende en momentos de bajo ánimo. La única que mira con atención y juzga desde un punto de vista positivo. Desde que se mudó con su novio no se había separado ni un momento de ella. Fue a los diecisiete años cuando se la regalaron; teniendo en cuenta que ahora tiene dieciocho, lleva en su vida dos años y aún no la ha sabido utilizar. ¿Que para qué le compraron una cámara si no tiene ni idea de su funcionamiento? Ella ni lo sabe. De lo único que está segura es que siempre estará ahí cuando ella quiera expresarse.
─¿Quieres salir ahora?
─Sí. Hace un día magnífico para tomar unas fotos.
─¡Si está lloviendo!
─Lo sé. ─dijo Cassie mientras miraba por la ventana.
─La cámara se te estropeará con las gotas de agua.
─No me importa.
─Si se estropea no podrás hacer fotografías.
─Y si no arriesgo, no gano.
Jona posó su mano con delicadeza sobre su hombro. Cassie sonrió mientras mantenía la vista fija en el paisaje nublado y acuoso. Se giró y se puso de pie quedando enfrente de Jona.
─Ven ─dijo Cassie mientras cogía su cámara. Asió de su mano y salieron al porche de la casa. De nuevo quedaron frente a frente mirándose con ternura a los ojos.
─Ganaste... ─le susurró Jona mientras cogía de su mentón y se inclinaba para besarla.
Un destello blanco iluminó a ambos mientras las gotas caían al fondo de una manera armoniosa y pacífica.